por Vicent Masiá
El revisionismo histórico, más que una herramienta o actitud frente a un hecho oculto tras espesas ramas, es el compromiso que adquiere una persona consigo misma cuando arrastrada por la intuición busca hasta en el último recoveco la respuesta a un hecho que le inquieta por su meridiana transparencia.
Aplicado al mundo que nos atrae, el del balón, la combinación entre alguien que le encanta el fútbol y su preocupación por discernir la verdad de la falsedad y llegar hasta la última de las consecuencias, en ocasiones puede conducir hasta derroteros sin salida pero, en algunas otras la Diosa Fortuna, de quien dicen que es ciega y al parecer rige el destino de nuestras vidas, se quita la venda de los ojos y se fija en nosotros para ilustrarnos y guiarnos en pos de encontrar lo que con tanto ahínco buscamos.
Nuestros amigos del Área de Historia del Sevilla F.C. y su embrión, Guardianes de la Memoria, nos han sorprendido recientemente con un descubrimiento que, por su incalculable trascendencia, merece desde nuestro humilde portal todo nuestro más sincero elogio y enhorabuena: reencontrar al Cricket y Foot-ball Club de Madrid; y decimos reencontrar porque ya fue encontrado en 1925 pese a que pocos le hicieron demasiado caso, tan poco que ha permanecido tapado en medio de un párrafo hasta ahora.
Pero el camino no ha sido fácil como era previsible, en absoluto. El fútbol español está en deuda con su historia, esa parte esencial para conocer de dónde venimos para entender mejor por qué somos campeones del mundo y lo que nos ha costado tanto llegar a ello pese a contar siempre con buenos mimbres. Al contrario que sucede con las primeras potencias futbolísticas de nuestro entorno europeo y también en países del hemisferio sur como Argentina y Brasil, en nuestro país la historia no tiene la atención que se merece y empezando por la Federación y terminando por el último de los aficionados, todos somos culpables de ignorar nuestros principios, un error imperdonable y trágico para conocernos mejor.
Los españoles, empecinados en ser individualistas y no trabajar en equipo, somos bastante egoístas y, en ocasiones, sentimos que solo lo nuestro, tengamos o no razón, es lo que en verdad vale. Si a esto unimos que somos resultadistas y nos interesa más el presente inmediato, por efímero que sea, que el pasado con lo extenso que puede llegar a ser, entenderemos por qué conseguimos convertir la “Historia” en “historia”.
En España, a pesar de lo que opinamos de otros vecinos, también somos chovinistas y vivamos donde lo hagamos, lo de nuestro pequeño trozo de patria será siempre lo mejor y, trasladado al fútbol, lo más antiguo y lo más esencial.
Cien años llevamos debatiendo y llenando páginas de periódicos con intensos artículos donde bilbaínos, barceloneses, onubenses, vigueses y en menor proporción, riotinteños, proclaman a los cuatro vientos ser dignas cunas del fútbol en España. Quizás todos tengan razón, pero por partes y nunca en su totalidad, una quimera ciertamente imposible de conseguir. Con sus pros y sus contras, todos han defendido que su representante fue el primer club en jugar al fútbol, estuviese refugiado tras las siglas, filosofía o nombre que fuese, pero hete ahí que la Diosa Fortuna, sí, esa que dicen es ciega, se ha quitado la venda y señalado con la punta del dedo índice de una de sus dos manos a una ciudad diferente a las tradicionalmente mencionadas que no entraba en las cábalas de ningún historiador: Madrid.
El hallazgo del primer protagonista de nuestra historia ha tardado 134 años en recuperar la luz de la que gozase un día, pues ya la vio con esplendor en 1879 y de forma tenue en 1925 como más adelante comprobaremos, un larguísimo periodo de penumbra donde otras sociedades se han repartido su papel de variopinto modo y en distintas etapas ajenas a lo que había sucedido en otra parte del país, deseosas todas ellas en ocupar un puesto de privilegio en la historia.
Como los grandes eventos y sucesos tanto de la historia antigua como de la moderna o contemporánea, la aparición del Cricket y Foot-ball Club de Madrid es un soplo de viento fresco para aquellos que nos adentramos en la historia del fútbol nacional y ansiamos conocer cómo y de qué manera surgió este deporte, además de quiénes lo hicieron posible y cuáles fueron las vicisitudes que los arroparon para constituirse en sociedades de fútbol en medio de un país donde su práctica era totalmente desconocida.
Sin embargo, tal y como sucede con muchas cosas importantes que nos acompañan día a día en nuestro tránsito por este mundo, elCricket y Foot-ball Club de Madrid ha permanecido siempre ahí, agazapado en la página 12 del número 24 de la publicación quincenal madrileña El Campo: agricultura, jardinería y sport, una revista dirigida por el Conde de las Cinco Torres que inició su corta carrera el 1 de diciembre de 1876 y que, después de seis años de actividad, desapareció en el olvido.
El deporte español visto en España y en el extranjero
La cultura y el respeto por la práctica deportiva, no nos equivoquemos, en la España de alrededor de 1880 era un hecho habitual en según qué estrato social, siendo las capas económicamente más favorecidas quienes mejor disponibilidad mostraban hacia deportes como la caza en grupo, el tiro de pichón, la hípica y en menor medida remo y regatas, todos ellos ligados a disponer de haberes al requerir cierta inversión monetaria por los gastos que requerían.
Entre la población común, el deporte estrella era la pelota a mano, muy popular en gran parte de nuestro territorio y con diferentes reglas, medidas y finalidades según la región donde se practicase, existiendo dentro de la misma familia diversas modalidades que gozaban de gran prestigio y congregaban a muchos aficionados en torno a un frontón o calle habilitada para su uso.
Deportes como el fútbol, cricket, polo, hockey o tenis, todos ellos de procedencia británica, triunfaban en otros lares y su implantación en España a nivel general todavía tardaría unos años en producirse aunque existiesen ya lugares que, ante la presencia de ciudadanos británicos, fuesen pioneros en su introducción.
Al margen de la práctica deportiva, otro concepto es la difusión e importancia que se les daba en medios escritos. La prensa general de aquella época, siempre unida a medios influyentes como las diversas corrientes políticas y, por defecto, a personas con medios, concentraba sus miras generalmente en apuntes políticos, sociales, hechos de la calle, sucesos atmosféricos, guerras o catástrofes ocurridas en otros países, siendo las referencias deportivas casi nulas.
A pesar de ello, y siempre desde sectores acaudalados, empezaban a surgir iniciativas en forma de publicaciones quincenales donde, además de otras actividades, era costumbre tratar aspectos de la vida deportiva de la nobleza reflejando sus movimientos y habilidades con el empleo de las armas o la maestría a lomos de un caballo. De vez en cuando y con cuentagotas, se hacían constar reflejos de las experiencias que los británicos alcanzaban en su tierra, siendo a medida que transcurrían los años más frecuentes y orientados a deportes desconocidos como el fútbol, el cricket, el polo o el tenis que disfrutaban de gran prestigio en las islas.
El culto de los españoles hacia el deporte estaba todavía en pañales, incluso la definición del término “sport” no estaba claro, siendo una actividad lúdica como el acoso y derribo, muy común en Andalucía y que consistía en derribar con una garrocha a los lomos de un caballo un toro bravo por los cuartos traseros tras perseguirlo por el campo entre varios jinetes, considerado como “sport” tal y como reza en la página 6 del nº2 de El Campo: agricultura, jardinería y sport, de 1876. El deporte a marcha muy lenta iba poco a poco abriéndose hueco, nada que ver por supuesto con lo que sucedía en el Reino Unido. Este país era la primera potencia económica y militar del mundo, con tentáculos en todas partes por recónditas que fuesen, existiendo un gran interés por parte de sus ciudadanos hacia las noticias generadas por sus compatriotas en cualquier punto del globo terráqueo.
A los españoles, dada su posición de privilegio, se nos miraba al igual que muchos otros países por encima del hombro, siendo nuestras costumbres criticadas ferozmente o valoradas desde un punto de vista cargado de romanticismo según los ojos que nos viesen. O calvos o con dos pelucas. En aquellos tiempos era habitual la publicación y mención de acontecimientos relacionados con la tauromaquia, en especial las corridas taurinas, espectáculos donde la sangre derramada por los toros y caballos -por entonces sin peto- y, ocasionalmente, por los toreros, eran causa de rechazo y estupefacción a partes iguales. Del mundo taurino les causaba impacto y, por qué no decirlo, ciertos celos, ver cómo en un coso los españoles éramos capaces de reunirnos entre cinco y diez mil personas para ver una corrida, no existiendo parangón similar en las islas ni espectáculo que se le pareciese y fuese capaz de albergar tanto gentío.
Tal era la sensación que los tumultos taurinos creaban en la sociedad británica, que a principios de la década de los años noventa decimonónicos, cuando el fútbol empezaba a atraer grandes masas a los escenarios británicos, disponían de un Campeonato de Liga y surgían libros y artículos por doquier hablando sobre este deporte, Charles Edwards, entre cientos de referencias a las corridas, citaba en su obra “The New Foot-ball Mania” editado en 1892 “There is no mistake about it, the exercise is a pasion nowadays and not merely a recreation. It is much on a par with the bull fight in Spain”, es decir, “No hay que equivocarse, el ejercicio (del fútbol) es una pasión en la actualidad y no sólo una recreación. Es mucho más a la par con la corrida de toros en España”. Los británicos, al fin tenían un espectáculo a la altura de los españoles.
Si los británicos sentían una “particular” visión hacia las costumbres españolas, su actitud frente a sus compatriotas y lo que estos hacían en otros países dentro de la diáspora en la que se vieron muchos de ellos implicados, les resultaba de especial interés. Saber cómo se desenvolvían los británicos lejos de su patria les causaba fascinación, pero si además estos eran capaces de “exportar” las costumbres de aquellas tierras a otras tradicionalmente enemistadas como España, país con el cual se habían disputado el control del planeta durante los últimos tres siglos, el nivel de autoestima adquiría tintes épicos.
Constitución de un club de cricket en Madrid
Las noticias que protagonizaban los británicos en España había que contarlas y si era para transmitir una nueva “conquista”, aunque fuese un simple proyecto, daba lo mismo. Así, el 10 de mayo de 1879 aparecía publicado en el London Standard y en medio de un breve párrafo entre otros concernientes a la capital nacional, una curiosa nota haciendo referencia a la posible constitución de una sociedad de cricket en Madrid que decía lo siguiente:
“Several English residents in Madrid, and Spanish noblemen and gentlemen have decided to establish a cricket club similar to those of Seville and Xeres. King Alfonso has kindly granted the use of a capital ground at the Royal seat of Casa de Campo, and through General Echagüe, intimated that he would honor the club with his patronage”, cuya traducción sería: “Algunos ingleses residentes en Madrid, junto a nobles y caballeros españoles, han decidido constituir un club de cricket similar a los existentes en Sevilla y Jerez. El rey Alfonso ha ofrecido amablemente el uso de unos terrenos de la capital en el Real sitio de la Casa de Campo, y a través del general Echagüe, dio a entender que honraría al club con su patronazgo”.
La noticia pasó completamente desapercibida en Madrid y por extensión, en toda España, y no era de extrañar. Que un grupo de personas decidiese crear un club dedicado a un disciplina deportiva “importada” de otro país ya era motivo de escaso atractivo para los lectores de aquí, pero si además se trataba de un club en ciernes, el desinterés era aún mayor. Nada que contar. Lo que para unos -los británicos-, era noticia, para otros -los españoles-, quedaba como un chascarrillo sin importancia: una noticia, dos perspectivas, dos formas de ver el mundo, dos resultados distintos.
El campo: agricultura, jardinería y sport
El 1 de diciembre de 1876 se publicaba en Madrid el primer ejemplar de El Campo: agricultura, jardinería y sport, una muy completa revista quincenal dirigida por el Conde de las Cinco Torres dedicada a difundir ciertos aspectos culturales, botánicos, sociales y costumbristas de la alta sociedad española de los años setenta y ochenta decimonónicos, además de los más interesantes procedentes del Reino Unido, país por el que se sentía gran devoción y resto del mundo.
La revista madrileña era una reserva cultural dentro de un país con una elevada tasa de analfabetismo y con unos problemas estructurales muy significativos, convirtiéndose en una publicación pionera a la hora de reflejar cómo era la alta sociedad española de aquella época y, en la parte que nos afecta, a deleitarnos con todo lujo de detalles cómo eran los deportes que en España se practicaban.
La devoción por las artes ecuestres era notoria, máxime cuando el mundo del caballo siempre ha sido muy considerado en el país tanto por militares como por los nobles y personas con grandes fortunas, siendo los concursos hípicos y carreras de caballos seguidos con gran devoción hasta el punto de quedar reflejados casi todos sus movimientos cada dos semanas en papel escrito al convertirse en Boletín Oficial de la Sociedad de Fomento de la Cría de Caballos de España, entidad originada el 23 de abril de 1841.
Llegados al 16 de noviembre de 1879, dentro del segundo ejemplar del mes y en el número 24 de la publicación, aparece en la página 12 una noticia que hasta la fecha y, pendientes de seguir haciendo exhumaciones de documentos, es la primera constancia documentada sobre la constitución de un club de fútbol en España. Veamos pues:
(…) El Cricket, ese juego sin rival al aire libre, como el billar en el salón, en el que toman parte desde el Príncipe de Gales hasta el pordiosero del Reino Unido, ya no es para nosotros desconocido, y forma parte de la lista que llevo apuntada. Haya o no partido la iniciativa de madrileños, nada importa. El Cricket y Foot-ball de Madrid se ha constituido, y yo invito a los amantes de los ejercicios de agilidad y destreza se inscriban en sus listas, porque no hay ninguno que pueda comparársele ni remotamente.
Por mi parte felicito sinceramente a los iniciadores del pensamiento, y sólo les encarezco la necesidad de perseverar en él sin medir los obstáculos que a su desarrollo se presenten. S.M. el Rey, siempre propicio a prestar su apoyo a quien por cualquier motivo le solicita, ha permitido que del Hipódromo de la Real Casa de Campo se tome la parte necesaria para hacer un Cricket-field, que, si no podrá ser nunca lo que el Uvalo de los Lores, en Londres, con la ayuda del digno administrador Sr. Godoy será todo lo bueno que en Madrid se podía apetecer.
En la Junta general celebrada últimamente por este nuevo Club se tomaron los acuerdos siguientes: aprobar el proyecto de Reglamento y nombrar la Dirección, que quedó constituida de esta forma:
Presidente: D. José Figueroa y Torres, Vicepresidentes: Sr. Greentul y Bertrán de Lis (D. Álvaro), Directores: D. Juan White y Conde de Villanueva, Contador: Sr. D. Leonardo de Fesser, Tesorero: Sr. Velasco y Secretarios: D. Rafael de Echagüe y D. Carlos Heredia. (…)
La denominación Cricket y Foot-ball Club de Madrid
Indudablemente queda más que demostrado que el club de cricket anunciado en el periódico británico London Standard el 10 de mayo de 1879 cuya constitución era inminente y el club anunciado el 16 de noviembre de ese mismo año en el madrileño El Campo: agricultura, jardinería y sport ya oficialmente constituido, son el mismo club, puesto que las referencias empleadas para describirlos son idénticas: ciudad de Madrid, dedicación al cricket, tutelaje a cargo de S.M. el Rey D. Alfonso XII, presencia de ciudadanos británicos junto a nobles y caballeros españoles, empleo de la Casa de Campo como terreno para sus actividades y mención al General Rafael de Echagüe como intermediario para conseguir su mecenazgo. Blanco y en botella…
Imaginar algo diferente y especular sin fundamento con la existencia de dos sociedades distintas con un mismo fin se antoja casi imposible, dado que las circunstancias y vicisitudes de la época ya eran suficientemente complicadas para crear un solo club destinado a estas disciplinas deportivas, ambas desconocidas en España a nivel general y sin practicantes adiestrados cuya supervivencia, francamente, era incierta.
La sociedad deportiva de Madrid surge repentinamente en el panorama nacional y se convierte, cronológicamente, en el primer club español en llevar asociado el término “foot-ball”, término anglosajón que literalmente significa “balompié o balón a pie”, lo cual nos sugiere pensar, sin miedo a equivocarnos, que la elección del nombre iba íntimamente relacionada con la actividad promovida por la sociedad. Si además no era una actividad única y sí dos, desarrollo y difusión de “cricket” y “foot-ball” como se trata del presente caso, es perfectamente lógico y racional, además de tener mucho sentido, que el nombre elegido fuese Cricket y Foot-ball Club de Madrid y no Cricket Club de Madrid o Foot-ball Club de Madrid en el supuesto caso de que se hubiese escogido una sola disciplina.
Con la definición del nombre queda zanjada cualquier especulación en torno a las posibles actividades de esta sociedad, quedando claro que no se trata de un club recreativo, atlético o de “sports” donde tengan cabida multitud de disciplinas como los que se formarían a principios del siglo XX, pero también se allana el camino para descartar que se tratase de un club a imagen y semejanza de los británicos que ciudadanos residentes en España procedentes de aquel país solían constituir para llevar a cabo actividades culturales donde tenían cabida tanto las sociales como las deportivas, clubs surgidos estos por doquier en todo aquel lugar donde hubiese una concentración de británicos más o menos numerosa.
La presencia masiva de nobles y caballeros españoles, superior en número a la de ciudadanos británicos, además de transmitirnos qué clase de personas estaban detrás de la organización con todo lo que su status social implica, habla a las claras de que no se trataba de un “British Club”, sino de una sociedad mixta constituida por españoles y británicos para jugar al fútbol y al cricket sin más intenciones, todo ello independientemente de conocer de quiénes partió la idea.
La existencia de gran cantidad de españoles y la elección del nombre de la sociedad, aleja al club madrileño de los constituidos en Minas de Riotinto en 1878, Huelva en 1889 y Vigo en fecha a determinar, los tres con connotaciones puramente británicas donde la mezcolanza entre actividades sociales, culturales y deportivas iba intrínsecamente relacionadas con sus costumbres y en torno a una o varias empresas, mientras que lo acerca al club de fútbol de Sevilla constituido en 1890 y a los clubs de cricket y regatas surgidos tanto en Sevilla como en Jerez de La Frontera nacidos varios años con antelación donde la actividad desempeñada era la titular que denominaba al club, manteniéndose al margen otras finalidades de aspecto cultural, social o costumbrista propias de los “British Club”.
Las raíces del Cricket y Foot-ball Club de Madrid y sus protagonistas
Revisando la nómina de integrantes que conforman el Cricket y Foot-ball Club de Madrid, percibimos gran cantidad de nobles de aquellos tiempos, así como distinguidos caballeros que ocupaban cargos de importancia en la sociedad del Madrid de los años setenta. Estos, junto a ciudadanos de origen británico residentes en la capital por cualquier circunstancia, debieron mantener una especial relación hasta el punto de dedicar parte de su tiempo libre, entre otras variopintas actividades, a la práctica de “sports”.
Entender la práctica de una o dos actividades deportivas como finalidad única por parte de una serie de señores que pertenecían a la alta aristocracia y burguesía española o británica, obviamente no era un fin en sí mismo, y en el trasfondo de la cuestión existían otras premisas de corte económico como eran mantener relaciones comerciales y negocios entre todos ellos, incluso políticas, convirtiéndose la vertiente deportiva en una excusa para reunirse de vez en cuando y, a la vez que intercambiar pareceres, aprovechar el tiempo para hacer algo de ejercicio.
La elección del cricket y el fútbol como “sports” abanderados tampoco fue casual y gran parte de la culpa recayó en los éxitos que ambos deportes estaban alcanzando entre la población del Reino Unido, de gran popularidad. El cricket, entre las altas esferas, causaba furor y era muy bien visto para distraer a colectivos no muy numerosos en campo abierto bajo un tranquilo y muy sosegado ritmo que relajaba a sus protagonistas y apenas les suponía un gran esfuerzo al no requerir un excepcional estado de forma. El empleo de bate y bola demandaba gran habilidad y en las tardes de verano resultaba idóneo para pasar un buen rato, teniendo cabida en su práctica un extenso abanico de edades que le hacía especialmente atractivo para conjugar a jóvenes, no tan jóvenes y maduros con ciertos problemas de movilidad.
En cuanto al fútbol, este deporte era la gran pasión de las masas medias y también de los burgueses. El empleo de una pelota grande o balón hacía que su práctica fuese sencilla, consiguiéndose con la obtención de un tanto -algo por entonces difícil-, un éxtasis colectivo que entusiasmaba tanto a los que jugaban como a los espectadores que se solían congregar para verlos en activo. Su expansión en el Reino Unido era enorme, el de más crecimiento sin duda, logrando desbancar a otros tradicionales y ser capaz de reunir a varios miles de personas en encuentros de máximo interés. El único pero en contra era que había que correr demasiado en un sentido u otro, algo que cansaba sobremanera a sus practicantes.
El snobismo de los españoles respecto a aquellas disciplinas deportivas británicas y todo lo que allí destacaba era tal, que dicha admiración por lo británico y por sentirse dentro de la cresta provocó que, por una vez, tanto británicos como españoles coincidieran en una propuesta en común: constituir un club de cricket y fútbol, una dualidad muy de moda como los que había en el Reino Unido y, recientemente, en otros países europeos y sudamericanos donde se habían podido exportar desde las islas con inusitado éxito. La suerte estaba echada y la elección no podía defraudarles ya que se cubría toda la temporada a partes iguales: fútbol para el invierno y cricket para el verano, dos deportes compatibles entre sí y con una ciudad como Madrid, carente de un río con caudal suficiente para atreverse con otras disciplinas como las regatas, muy en boga en Jerez de La Frontera, Sevilla o Cádiz.
Entre la membresía del Cricket y Foot-ball Club de Madrid y siguiendo un orden jerárquico, distinguimos en primer orden a S.M. el Rey D. Alfonso XII, máxima autoridad nacional a quien se le ofreció el cargo de Presidente Honorífico por mediación del General D. Rafael de Echagüe, un militar con el cual mantenía una gran relación y quien se ofreció como voluntario para ganarse la tutela institucional y, aprovechando la tesitura, conseguir que el Rey les cediese el empleo del viejo Hipódromo del Real Sitio de la Casa de Campo, un recinto deportivo empleado entre 1845 y 1867 por la Sociedad de Fomento de la Cría de Caballos de España que en esos instantes estaba en desuso al contar Madrid con un nuevo hipódromo más moderno, el Hipódromo de La Castellana, inaugurado el 31 de enero de 1878 con motivo de los esponsales de S.M. el Rey D. Alfonso XII y Dª. María de las Mercedes de Orleans.
La presidencia fue concedida a D. José de Figueroa y Torres-Sotomayor, Vizconde de Irueste e hijo del Marqués de Villamejor, quien contaba con apenas 22 años siendo un muchacho con un futuro espléndido y una buena fortuna como primogénito de la familia Figueroa y Torres-Sotomayor, conseguida gracia a diferentes inversiones en minas distribuidas en toda España que les reportaban grandes beneficios. José de Figueroa, conocido por ser hermano mayor del Conde de Romanones, D. Álvaro, no estaba solo en la empresa y junto a él había otros nobles como el Vizconde de Benaesa y el Conde de Villanueva, quienes se rodearon de un amplio círculo de amistades entre los que destacaban militares y burgueses potentados con quienes compartían negocios, ocio e ideas.
La vicepresidencia del club fue compartida entre el británico Grentul y D. Álvaro Bertrán de Lis, siendo la dirección también compartida por D. Juan White y el Conde de Villanueva, mientras que el puesto de contador fue a parar a manos de D. Leonardo de Fesser. La tesorería quedaba a cargo del Sr. Velasco, repitiendo fórmula en la secretaría con la presencia de dos cargos, D. Carlos Heredia y el General D. Rafael de Echagüe y Bermingham, conocido militar y político que tuvo varios cargos de importancia en sus distintas facetas en vida y llegó a ser nombrado Conde del Serrallo.
Como se desprende del largo repertorio del cual constaba la directiva, la estructuración del Cricket y Foot-ball Club de Madrid, -Madrid Cricket & Foot-ball Club en inglés-, iba muy en serio y no había lugar para medias tintas: jerarquía de la sociedad al estilo británico con reparto de cargos, disponibilidad de un terreno de juego como era el Hipódromo de la Casa de Campo, tutelaje por parte de la Casa Real, la de más caché y una lista de miembros que se alargaba con la presencia de los españoles Guillermo Castellví, un militar que gozaba de gran amistad con el Rey, G. López, J.A. Topete, E. Elio, V.B. Chueta, G. Ruiz, G. Aguilera, A. Flores, J. Gamarra y E. Huertas, además de los británicos H.E. Harry, E. Jordan, J.A. White, G. White, Alkinson y H.A. Dalhia.
La fecha de constitución del Cricket y Foot-ball Club de Madrid
La más que completa y suculenta crónica del 16 de noviembre de 1879 publicada por El Campo: agricultura, jardinería y sport, nos refleja en unos cuantos párrafos un perfecto esbozo de cómo los deportes de origen británico causaban sensación dentro de la alta sociedad española. Sin embargo, pese a su generosidad, nos deja huérfanos de una fecha precisa y concreta en la que fue constituido el Cricket y Foot-ball Club de Madrid. Una pena.
Concentrado en la descripción del primer encuentro de cricket realizado por los miembros del club tras su constitución, el autor del artículo se recrea en las vicisitudes de los dos bandos en que se reparten los socios, el W y el H, ciñéndose a la obtención de los tantos, habilidades, incluso en el menú: un frío rost-beef típico británico y cómo no, arroz a la valenciana, siendo los postres queso de Chester y melón de Añover.
El encuentro, disputado en el Hipódromo de la Casa de Campo el 24 de octubre -la crónica fue escrita con antelación y tardó varias semanas en ser publicada-, nos indica por proximidad de fechas y por tratarse de la primera crónica de la constitución del club, que este pudo ser fundado en octubre de 1879 en fecha sin determinar, aunque el periodo de gestación se rememora como mínimo a mayo de ese mismo año según se desprende de la crónica del London Standard.
1879 – 1925: cuarenta y seis años sin noticias
Lamentablemente, la crónica del 16 de noviembre de 1879 fue la primera y última del Cricket y Foot-ball Club de Madrid: una directiva, un encuentro de cricket disputado el 24 de octubre, un terreno de juego -el del Hipódromo de la Casa de Campo- y dos alineaciones. Nada más. Muchos datos concentrados en una sola nota y muchos años sin saber absolutamente nada sobre este club con sus aventuras durante los años de reinado de S.M. el Rey D. Alfonso XII en una sociedad que fue auténticamente pionera en España, al menos desde el punto de vista futbolístico, por ser la primera en constar y quedar registrada como club de fútbol, aunque fuera en prensa y compartiendo viaje con el cricket, otra disciplina deportiva.
En los años posteriores a 1879 no se ha localizado una nota, comentario o cita referente al club madrileño, como si la tierra se lo tragase tras aquel encuentro del 24 de octubre y quedase disuelto mezclándose entre el bosque de hojas del frondoso arbolado de la Casa de Campo. Ni encuentros de cricket ni de fútbol, pero, ¿fue esto realmente así?
Especular con ello sin datos en la mano es realmente complicado pese a las pesquisas realizadas exhumando miles de páginas, pero si tomamos en cuenta la fuerte estructura del club, las molestias prestadas y la determinación con la cual aquellos hombres, todos potentados económicamente y con facultades para conducirlo durante un largo periodo afrontaron aquel proyecto, atendiendo a la razón es más que probable que prolongaran aquella aventura durante cierto tiempo porque, de no ser así, no se entendería tanta preparación para disputar un solo encuentro. Al menos, pruebas en contra no hay ni una sola, al contrario, el simple comentario de que el 24 de octubre era la fecha fijada para el inicio de la temporada y la promesa de una revancha por parte de los derrotados en el más breve plazo posible, nos hace pensar en una continuidad casi segura.
El Cricket y Foot-ball Club de Madrid fue una rara avis, un adelantado a su tiempo dentro de un país que desconocía el fútbol y donde las costumbres británicas, al margen del snobismo demostrado por la alta sociedad residente en Madrid, en España importaban bien poco. La capital del Estado, pese a contar con cuatrocientas mil almas, era una completa isla dentro de la piel de toro y la iniciativa aristocrática una gota de agua en medio del océano. Madrid no generó otro club de similares características capaz de presentar una sana rivalidad y con ella tirar del carro para incorporar nuevos practicantes, algo completamente necesario para la salud de cualquier iniciativa deportiva que desee mantenerse en candelero. El aislamiento de la sociedad deportiva matritense fue absoluto, tanto desde el punto de vista social entre el resto de sus convecinos al ser muy sectario y realizar su actividad en un recinto alejado del gentío de la talla del Hipódromo de la Casa de Campo como geográficamente, a una enorme distancia de otras iniciativas de similares características que empezaban a despuntar muy tímidamente en otros lugares como Vigo, Minas de Riotinto, Sevilla, Huelva y Jerez de La Frontera.
El Cricket y Foot-ball Club de Madrid gozó de un día de protagonismo en la prensa aristocrática y burguesa madrileña por su carácter pionero que contó con el beneplácito de un reducido sector que deseaba estar con la moda y que la ciudad estuviese a la altura de las principales ciudades británicas y europeas, un espejo al cual deseaban con toda su alma parecerse, pero la inexistencia de rivales en su entorno y las características de la sociedad española junto a la compleja situación económica, social y política de la época alfonsina fueron unos escollos insalvables que terminaron diluyéndolo a la vuelta de la esquina.
Pensar en posibles desplazamientos al suroeste peninsular para enfrentar a un grupo de nobles, militares y aristócratas con un grupo de empleados de una empresa minera en Minas de Riotinto o un grupo de directivos ligados a distintas empresas en Sevilla era algo impensable por varios motivos: ambas iniciativas no estaban en el mismo escalafón social, el desconocimiento mutuo era total, la distancia era un escollo considerable y las ocupaciones de todos los practicantes, tanto de los de Madrid como de los de las localidades andaluzas, tan dispares que en el supuesto caso de querer concertarse un encuentro este sería inviable por los respectivos compromisos que cada uno de ellos tenía inmersos en obligaciones con la Corte, el Ejército, negocios particulares y empresas.
La única salida posible para que el fútbol triunfase en Madrid era que surgieran en la villa y corte otras tentativas que abrieran una rivalidad directa o disponer de un entorno geográfico con ciudades de abundante población capaces de desarrollar una sociedad futbolística con la cual poder enfrentarse. Ni Madrid fue capaz de dar a luz un nuevo club, ni la capital estaba en un entorno como el británico donde la proliferación de ciudades medias era elevada y, gracias a su introducción en las actividades escolares y universitarias, el fútbol era un deporte que registraba cierta importancia entre la juventud surgiendo en muchas localidades clubs que, favorecidos por las cortas distancias, solían enfrentarse entre sí. Ante tales premisas, a las que es conveniente sumar la ausencia de una cantera forjada en los colegios de enseñanza, el futuro del Cricket y Foot-ball Club de Madrid estaba herido de muerte y es comprensible que no mereciese en lo sucesivo la atención de la prensa. No había nada que contar y el momento oportuno llegaría tres lustros después cuando, esta vez sí, el fútbol surgiría desde los centros educativos tras la aplicación de nuevas doctrinas que cimentaron una base que ha perdurado hasta hoy.
31 de mayo de 1925: “Blanco y Negro” rescata al gran olvidado
La situación política, social, económica y deportiva de Madrid en 1925 era muy diferente a la que encontramos en 1879. Cuarenta y seis años en la vida de un país son muchos y las circunstancias en cualquier orden son muy distintas al pasado. El país estaba dirigido por el General Miguel Primo de Rivera tras el golpe militar acaecido el 13 de septiembre de 1923, en el trono se mantenía plácidamente S.M. el Rey D. Alfonso XIII y por las calles de la capital discurrían gran cantidad de vehículos como automóviles y tranvías en medio de un gran gentío que iba, muy ocupado, de un sitio a otro.
En cuanto al fútbol se refiere, la ciudad contaba con una pléyade de sociedades muy asentadas que arrastraban a miles de aficionados a los campos, destacando sobremanera los carismáticos Real Madrid F.C., Athletic Club y Racing Club, grandes potencias que mantenían un duro pulso entre sí para ganarse el favor del público y deportivamente, para conseguir títulos a nivel regional y nacional. El país contaba con una Federación estatal, la R.F.E.F., quien organizaba un Campeonato de España que ya funcionaba perfectamente tras unos duros inicios y a nivel regional, la Federación Regional de Foot-ball del Centro de España concentraba todos los movimientos de las sociedades nacidas en el seno de las actuales comunidades autónomas de Madrid y Castilla-La Mancha junto a las provincias de Ávila y Segovia.
El fútbol era un deporte que se había convertido en un verdadero espectáculo de masas en donde recintos deportivos como Chamartín o el Metropolitano eran templos capaces de albergar durante casi dos horas a decenas de miles de espectadores, un deporte al fin y al cabo exitoso y en progresión que cada año captaba más atención tanto entre la población general como en prensa.
La prensa, vital para apoyar y engrandecer o ensombrecer cualquier movimiento, en modo alguno vivía al margen de lo que sucedía en las calles y uno de los medios de mayor divulgación en España, la popularísima revista Blanco y Negro, se ocupó brillantemente en su edición del 31 de mayo de 1925 en dedicar unas cuantas páginas a comentar de pasada en qué fechas habían sido introducidos desde el extranjero algunos deportes en la ciudad del oso y el madroño. De este modo el periodista Rubryk, quien firma el artículo, haciendo uso exhaustivo del texto publicado el 16 de noviembre de 1879 en la revista El Campo: agricultura, jardinería y sport, rescata del olvido en las páginas 82, 83 y 84 los pormenores de la Sociedad de Caza, fundada en 1851, la Sociedad de Tiro de Pichón, nacida en 1876, el lawn-tennis, surgido en 1877, el polo, introducido en 1878 y el cricket y el fútbol, cuya gestación remite a 1878.
Rubryk cita nombre a nombre todos los implicados en la directiva de octubre de 1879 en el Cricket y Foot-ball Club de Madrid, incluso la presencia de S.M. el Rey D. Alfonso XII como Presidente de Honor, pero durante su crónica comete varios deslices importantes y se permite el lujo de verter apreciaciones personales sin ningún tipo de argumento, algo prohibitivo en el buen periodismo. Repasemos: en primer lugar obvia el nombre de la sociedad, Cricket y Foot-ball Club de Madrid, apreciación vital que debe constar en un artículo imperiosamente cuando se está comentado a todo el país que en Madrid se constituyó un club dedicado al fútbol en 1879 nada más y nada menos. En segundo lugar indica que tanto el cricket como el fútbol se introdujeron en 1878. ¿En base a qué datos si la única referencia al fútbol en la ciudad es de noviembre de 1879 y al cricket en ese mismo contexto y en una nota de prensa aparecida en mayo de 1879 en el británico London Standard? En tercer y último lugar, el error más grave, cuando textualmente dice sin prueba alguna que“El Cricket y ¡¡¡el Foot-ball!!! Se introdujeron en España en 1878, aunque, en honor a la verdad, si la Sociedad tomó como título ambos nombres, sólo puso en práctica el primero”.
Como se desprende de tal crónica y tales comentarios subjetivos, aunque la intención de Rubryk es positiva inicialmente al intentar describir temporal y evolutivamente la introducción de varias disciplinas deportivas en Madrid, finalmente su artículo es enteramente deficiente en cuando comete errores significativos y, descuidadamente, obvia y manipula parte de nuestra historia.
Rubryk priva a los lectores de mayo de 1925 de conocer el nombre de la sociedad que alberga y promueve el ejercicio del cricket y el fútbol en la ciudad de Madrid en 1879, un nombre básico para iniciar cualquier investigación y apunte que debería figurar con letras de oro cuando se refleja el origen del fútbol español y sus protagonistas. Pero con este “olvido” también contribuye a no situar sobre el mapa a un club madrileño como el primero en España en jugar al fútbol, aunque no fuese su única finalidad, alimentando con ello las especulaciones y debates sobre quién fue la primera sociedad en dedicarse con plena dedicación a esta disciplina o, al menos, contar con ella entre otras tantas.
Con su comentario sobre la introducción del fútbol en España en 1878 acrecienta la confusión de modo innecesario puesto que tal fecha nunca ha sido mencionada con anterioridad por nadie. A lo sumo, Rubryk puede intuir que en esa fecha debió de gestarse el club y que quizás ya hubo practicantes en Madrid, algo lógico y en lo que llegado el caso pueda llevar parte de razón, pero sin información de primera mano el hecho de resaltar ese preciso año es ir demasiado lejos.
En el año en que fue escrito su artículo, 1925, se conocía a la perfección que el Huelva Recreation Club fue constituido el 18 de diciembre de 1889, aunque se ignoraba por completo que en 1878, según se defiende en Minas de Riotinto -sin documento que lo acredite-, los empleados de la empresa Rio Tinto Company Ltd., constituyeron un “British Club” que, al parecer, dedicaba tiempo de su ocio a la práctica de este deporte. El apunte de Rubryk sobre la introducción del fútbol en España en 1878 es perfectamente cuestionable visto desde la información que se maneja hoy en día y, aunque en realidad 1879 es la fecha correcta en cuanto a la aparición de un club cuya finalidad era la práctica de fútbol, no anda muy desencaminado a la hora de acotarla puesto que las dos citas periodísticas halladas antes de 1879: año 1870 en Jerez de La Frontera y 1876 en Vigo, son pinceladas que jamás van acompañadas de un nombre oficial a pesar de que figura el término “foot-ball”.
El gran error de Rubryk es decir con demasiada alegría que de los dos nombres que disponía el club de Madrid “sólo puso en práctica el primero”. Este comentario totalmente subjetivo es un error garrafal por parte del articulista, quien demasiado centrado en la pormenorización del encuentro de cricket del día 24 de octubre de 1879 se “olvida” por completo de que aquella puesta en largo de la sociedad inaugurando la temporada era la mitad de su actividad, la que se disputaba cuando la temperatura era elevada o templada, mientras que la otra, el fútbol, al igual que sucedía en otras latitudes y en localidades como en Sevilla y Barcelona con el remo y el fútbol, este último deporte se disputaba cuando llegaba el frío.
En un alarde de suposiciones, Rubryk descarta la práctica del fútbol por no haber encontrado una sola crónica de este club, algo improbable puesto que era el cincuenta por cien de su finalidad, pero es que además se contradice a sí mismo en grado sumo puesto que en un mismo artículo no se puede decir en un párrafo que el fútbol fue introducido en 1878 (sic) y en el siguiente que la sociedad encargada en introducirlo no lo puso en práctica. Es incoherente a todas luces.
Un club titulado y de foot-ball
Para los advenedizos o neófitos en cuestiones relacionadas con la historia del fútbol en general y del español en particular que no hayan bebido en las pautas que marca la evolución de este deporte en nuestro país, entendamos con ello a su introducción, progresión y finalmente posterior legislación antes de su expansión en masa, tomar las palabras del periodista Rubryk al pie de la letra dando un especial y marcado énfasis a su categórica y a la par inexistente argumentación que niega cualquier atisbo de práctica futbolística por parte de los socios del Cricket y Foot-ball Club de Madrid dejando completamente de lado la enorme trascendencia que engloba su contexto, indudablemente es un error grave propio de principiantes y aficionados poco duchos, además faltos de experiencia.
La importancia de la noticia de 1879 no es que no se relaten los pormenores de un encuentro de fútbol como algunos pueden ver, sino que quienes la protagonizan pertenecen a un club que practica dos disciplinas deportivas, cricket y fútbol y que aparece en el epígrafe que encabeza el artículo: Cricket y Foot-ball Club. Intentar resaltar la no disputa de un encuentro como hecho remarcable en lugar de centrar la atención en los intrínsecos (adj: que es propio o característico de una cosa por sí misma y no por causas exteriores) de los nobles y aristócratas de aquella sociedad que -por el hecho de ser nobles hacían cosas propias de los nobles y aristócratas- fue la primera en toda España en llevar labrado en su nombre el sustantivo “foot-ball”, es no ver más allá de lo que se tiene enfrente. Veamos por qué.
De todos es conocido que en el mundo actual, y también en el de hace muchas décadas y siglos atrás, para qué negarlo, el estrado empresarial ha podido desarrollarse y crecer gracias al ingenio aplicado en la investigación, el famoso I+D -Investigación y Desarrollo- que todos ahora conocemos en tiempos de crisis y que presuntamente es nuevo, aunque en realidad es más viejo que la tos y que pocos en España aplican, salvo honrosas excepciones. La investigación ha deparado tradicionalmente grandes descubrimientos, ha mejorado sustancialmente nuestra vida y cómo no, nos ha enriquecido técnica, social y culturalmente. Si somos un poco hábiles y cogemos con pinzas ambos factores, I+D, y con sumo cuidado los trasladamos al mundo de la historia del fútbol, el nuestro, por poco esfuerzo que hagamos y con un mínimo de nociones veremos cómo aplicando ambos principios somos capaces de conseguir con el tiempo descubrir cosas que apenas hace cinco años desconocíamos o habíamos pasado desapercibidas por confusión, omisión o falta de aplicación.
El título de Cricket y Foot-ball Club de Madrid, como indica Nuevavilla en El Campo: agricultura, jardinería y Sport, habla por sí mismo de qué va esta sociedad, y en perfecto castellano, para que se entienda. No merece más comentarios y no deja dudas: cricket y fútbol, o fútbol y cricket, tanto monta como monta tanto. Esta sociedad de tan explícito título, porque decir intitulada sería faltar a la verdad y sólo se podría aplicar en el caso de que fuese una sociedad sin nombre y esta lo tiene, y bastante clarito, tuvo una vida efímera y hasta nuestros tiempos, gracias a un artículo periodístico escrito en 1879 -soportado por dos más, uno en mayo del mismo 1879 y otro de 1925-, sabemos que fue constituida legalmente y gozó de junta directiva con cargos, además, bastante conocidos.
El legado histórico de su primer encuentro oficial, a pesar de con miembros del mismo club divididos en dos bandos -como solía suceder en las sociedades primigenias-, aunque fuese dedicado a la disciplina del cricket, no es en absoluto óbice para defender a ultranza que jamás practicase fútbol. Es inconcebible pensar lo contrario. Si se funda un club bajo la denominación del Cricket y Foot-ball Club, es porque la inteligencia de todos sus socios conduce a esa finalidad: jugar al cricket y al fútbol, no sólo al cricket, como tampoco solo al fútbol.
La investigación aplicada a la historia del fútbol, todos esos factores de los que hacemos uso cuando aplicamos nuestro particular I+D, por experiencia nos dice que siempre que se constituye una sociedad, siempre, previamente sus partícipes la han puesto en práctica con anterioridad. A nadie se le ocurre montar un club de fútbol sin haber jugado antes, como tampoco a nadie se le ocurre montar una panadería sin saber hacer pan, o cualquier industria, sea de la finalidad que sea, sin tener unos conocimientos previos. Es irracional.
Rubryk tergiversa lo ocurrido con esta sociedad y se arma un lío enorme cuando dice textualmente “el Cricket y el ¡¡¡Foot-ball!!! Se introdujeron en España en 1878, aunque, en honor a la verdad, si la Sociedad tomó como título ambos nombres, sólo puso en práctica el primero”. No tiene las cosas claras, o blanco o negro, o frío o calor, pero nunca gris o templado, ¡algo de cordura, por favor!
Si se dice que en 1878 se introdujo el fútbol en Madrid es porque los futuros miembros del Cricket y Foot-ball Club de Madrid fueron quienes lo pusieron en práctica, al igual que sucede con el cricket. Sólo cuando se vieron convencidos de que el asunto podía fraguar y consolidarse es cuando dieron el paso de constituirse, si no, ¿para qué? En 1879, un año después de las reuniones y prácticas es cuando se toman la molestia de implicar al Rey, con lo que ello supone, de elegir una junta directiva y de comprometerse con el monarca para que les ceda el uso de la Casa de Campo. Si no van a jugar al fútbol y tan sólo se van a interesar por el cricket, ¿para qué titular al club como de Cricket y Foot-ball?
Aferrarse a una crónica de 1879 donde se habla de forma tan transparentemente de una sociedad de cricket y de fútbol como uña y carne, inseparables, tratando de “aislar” la referencia de un partido de cricket al resto de su contexto para pretender argumentar que esta sociedad nunca jugó al fútbol es irrisorio e insostenible por más que se quiera decir lo contrario. Solo por el hecho de que no haya ninguna referencia documentada más de las encontradas respecto esta sociedad en los años posteriores no es suficiente motivo para insinuar, ni mucho menos defender rotundamente que el club madrileño no jugase al fútbol, puesto que sería darle a la prensa un papel extremadamente importante y que no le pertenece, es decir, el de actuar como notario, un calificativo extensible, por supuesto, al periodista Rubryk.
Y qué podríamos decir si hubiese ocurrido al contrario, es decir, si la nota de prensa de 1897 en lugar de documentar un encuentro de cricket lo hubiese hecho de fútbol, ¿diríamos “en honor de la verdad” que esta sociedad nunca jugó al cricket? Esto no es serio y hay que ser más profesional.
El club madrileño es uno más de los que se acogieron a la moda extendida en parte de Europa y Sudamérica a la hora de constituir sociedades mixtas donde a la par se daba rienda suelta tanto al cricket como al fútbol, sociedades casi todas ellas donde en primer lugar aparecía el nombre de la ciudad seguido a continuación de las disciplinas que ejercía, cricket y fútbol en este caso. La peculiaridad del club español es que su nombre es en castellano y no en inglés como era habitual -en algo íbamos a ser pioneros- y así nos encontramos que primero aparecen las actividades, cricket y fútbol, para luego concluir con el nombre de la localidad, Madrid. En otras partes se siguió el código británico y así lo corroboran Lima Cricket & Foot-ball Club, Genoa Cricket & Foot-ball Club, Milano Foot-ball & Cricket Club, Torino Cricket & Foot-ball Club y un largo etcétera de club constituidos en el Reino Unido y sus colonias.
Hacer uso de opiniones tan subjetivas sin ser parte presente en 1879 y hacer alusiones “en honor a la verdad” o extraer conclusiones tan taxativas como “nunca jugaron al fútbol” sin poderse corroborar o demostrar con argumentos y pruebas sólidas, es papel mojado que no se sostiene en pie. Rubryk pecó en exceso por sobrepasar con supuestos, a los que él dio carácter de categóricos, la información que manejaba y extralimitarse en sus conclusiones y, quienes hoy en día sigan esta corriente y se suban a este carro, deberán de demostrar con hechos y pruebas contundentes que aquel club nunca jugó al fútbol, porque de lo contrario, sin argumentos, serán víctimas del inmovilismo histórico y de los mismos errores que rodearon a Rubryk en 1925.
Aplicar la filosofía inmovilista en este club es un error que podría ocultar -afortunadamente no va a ser así- y dejar desapercibido para la historia una sociedad pionera -aunque breve-, tan importante como esta, una sociedad adelantada en casi dos décadas a las que le siguieron a finales del siglo XIX y, lo peor de todo, aplicando el mismo razonamiento se podría decir que el Huelva Recreation Club no jugó al fútbol durante casi una década porque no hay registros bajo este nombre, que el Sevilla Foot-ball Club tampoco jugó al fútbol a partir de 1893 por los mismos motivos y, si somos algo mezquinos, podríamos incluso pensar que los socios del Huelva Recreation Club nunca jugaron al fútbol antes del encuentro del 8 de marzo de 1890 frente al Sevilla Foot-ball Club porque en la prensa se dice que estuvieron durante semanas entrenando juntos porque nunca lo habían hecho antes, es decir, dejando entrever que desconocían las normas de este deporte y nunca lo habían practicado.
De aferrarnos con los dientes y no con el sentido común a los comentarios periodísticos como si se tratasen cual dogmas de fe, correríamos el desatinado e indeseable riesgo de convertir la Historia en historieta, algo que no recomendamos a nadie. Ese no es el camino. La historia es algo más que una crónica. El inmovilismo histórico, el gran enemigo de la investigación, ha de ser enterrado definitivamente: cierra puertas en lugar de abrirlas y condena a sus seguidores a vivir ensimismados en un mundo angosto, sin ventilación, y la falta de aire ahoga, o sea, mata, no lo olvidemos.
Los efectos del Cricket y Foot-ball Club de Madrid de 1879
El reciente redescubrimiento del Cricket y Foot-ball Club de Madrid sitúa, de momento, al club madrileño como el primero en ser constituido en España reflejando en su denominación el término “foot-ball”, un término exclusivo para aquellas sociedades que fueran creadas antaño y, entre sus estatutos, rezaba la práctica y fomento de esta disciplina deportiva. La existencia y constatación de este club supone un gran paso adelante en la búsqueda y cerca de nuestros orígenes en este deporte, un camino del cual todavía queda mucho camino por recorrer y que, en ocasiones, depara grandes frutos como el presente que se adelanta en once años, una cifra importante, al Sevilla Foot-ball Club, sociedad ésta considerada hasta la fecha como la primera registrada en lucir bajo su denominación oficial y de forma única, el referido término “foot-ball club”.
El Cricket y Foot-ball Club de Madrid precede también en antigüedad al Real Club Recreativo de Huelva de 1889, una década de diferencia, sociedad ésta constituida para el recreo social y deportivo de los británicos residentes en la capital onubense y que, prácticamente recién fundada, dispuso de un grupo de practicantes para jugar al fútbol tras la invitación de la que fue hecha parte en pos de realizar el primer encuentro de fútbol entre dos sociedades constituidas en suelo español allá por 1890.
El club madrileño también adelanta en el tiempo al Riotinto Balompié actual, club fundado como Riotinto Foot-ball Club que fue gestado en los intestinos del British Club surgido, supuestamente, en 1878, aunque no existe documentación del acontecimiento y todas las pruebas hacen indicar, si no se demuestra lo contrario, que su creación fue unos años posterior.
La sociedad matritense no cambia nada de lo conocido y mantenido hasta ahora pues su brevedad en el tiempo y la dualidad a la hora de practicar al unísono tanto cricket como fútbol, le confiere un carácter especial que le diferencia de las anteriormente mencionadas. ElRiotinto Balompié seguirá liderando a la localidad que probablemente antes se iniciase en la práctica del fútbol en España, Minas de Riotinto, allá por los años setenta aunque sin club organizado y dudas más que razonables respecto a la fecha exacta de la constitución de su British Club, mientras que Huelva, gracias al mérito del Huelva Recreation Club, sigue siendo la localidad donde su sociedad más representativa se mantiene más tiempo en activo jugando al fútbol, desde 1889, aunque no fuese fundada con esa finalidad. Respecto alSevilla Foot-ball Club, sigue siendo la primera sociedad deportiva creada expresamente para jugar al fútbol, 1890.
La particularidad del Cricket y Foot-ball Club de Madrid, o mejor dicho, las particularidades que alberga son varias y entre ellas recordamos las siguientes: que se trata de un club formado por mayoría de miembros de origen español y una minoría de británicos, lo contrario que sucede en instituciones coetáneas o que se formarán años después; que sus socios no pertenecen a una empresa o empresas en concreto, sino a un mundo muy exclusivo como es la alta aristocracia, burguesía y nobleza que sólo se puede concentrar en la capital del Estado como es Madrid; que su finalidad no es social, cultural ni costumbrista, sino poner en práctica una serie de deportes; que las actividades elegidas son varias y no solo una, cricket y fútbol al unísono; que es la primera en dedicarse al fútbol de manera documentada, sin tapujos; y finalmente que cuenta con el apoyo de la máxima autoridad del Estado: S.M. el Rey D. Alfonso XII, quien les tutela y ofrece el uso del Hipódromo de la Casa de Campo, todo un gesto que le implica en la operación.
El Cricket y Foot-ball Club de Madrid merece por sí mismo un puesto de honor en la historia del fútbol español junto a los episodios más renombrados y destacados de este deporte, no lo ignoremos como ha sucedido en estos últimos ciento treinta y cuatro años, pero también es un éxito de las nuevas tecnologías y de la capacidad de conocimiento que reúnen los archivos documentados en las hemerotecas digitales, un mundo por explorar y abierto a cualquiera que, con una preparación suficiente, desee rebuscar en el pasado y completar aquellas piezas que durante años y años han permanecido ausentes de este puzle inacabado que es la historia del fútbol español. En nuestras manos queda proseguir el trabajo.
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